Perdida

-¿Has visto mi cigarrera en algún lugar?

-Estaba junto a la tele...

-Si, pero ayer la moví y creo que ya la perdí.

Aquí todo es diferente, aquí soy quien he querido y parece que no he querido demasiado. En este lugar, lejos de mis paredes azul mar y de el constante grito de guerra de mi vida social puedo ver mis manos y caderas como en realidad son. Las manos largas y las caderas proporcionales a mi cuerpo, las piernas cortas, el cabello largo alborotado, salvaje, los ojos tristes y la sonrisa infantil.

El pequeño espejo del baño me ha mostrado la falta de marcas de acné de mi rostro, las mejillas rosadas de manera natural que siempre insistí en dibujar con blush, las ojeras heredadas. He visto crecer mi autoestima física, el vientre mas plano, las piernas mas firmes, la cintura estrecha y los hombros siempre cuestionando.

Aquí no duermo, no sueño, trabajo y actuó, estudio, rió, ya no lloro, ni si quiera por la separación después de dos años y medio. Como a mis horas, leo viendo el cielo y no amo, no amo la sonrisa de un chico que no conozco, no sufro por mi pequeño guardarropa, ni por las botas que vi y no puedo comprar.

Soy luz desde que llegué, soy luz desde que me fui, me he pasado años sentada frente a una vieja maquina de escribir, hablando sobre sus ojos, sus manos, sus cualidades, pasando por encima de mi para hacerle perfecto, he creado todo lo que quiero en papel, nunca en físico y hoy entre caídas de escaleras, quemaduras de capuchino, exposiciones en power point y nuevas amistades he conocido a Gota, y me he enamorado de ella, de su cabello, cintura, del abultamiento en su vientre, de sus labios caídos, de su risa de mercado, de su mirada, de su voz. Me he enamorado de mi, después de años de odiar el no ser como ellas por fin me he despertado esta mañana y ya no me he sentido una extraña, ya no estoy perdida.