Alguna vez cuando la Luna fue joven y soñadora, se enamoró de un joven pescador. Cada noche al salir de su escondite y comenzar a brillar para llamar la atención de pescador, cantaba una triste canción rogándole al sol que retrasara su salida y le permitiera ver a su amado dormir. Mientras el pescador, inconsciente del amor que la Luna le profesaba, se dedicaba a soñar con un día enamorarse de una joven dama.
Una noche, mientras la luna mostraba solo la cuarta parte de su rostro el pescador la observó, sus pupilas siguieron cada borde y destello de aquel luminoso ser. La Luna, al sentirse observada unió todo su esplendor e iluminó el rostro del joven, de tal manera que el supó que era amor. Durante el ciclo lunar siguiente, el dedicó cada noche a observarla, a cantarle y a amarla.
Enamorados el uno del otro celebraron el nacimiento de Onoh, el hijo de la Luna y el pescador. Alto y aventurero como su padre, romantico y bohemio como la Luna. Y los años pasaron y así creció Onoh, aprendiendo el oficio de pescador, reteniendo en el alma cada enseñanza de la Luna, escribiendo poemas y bebiéndose el humo del tabaco. Tenía un brillo especial, ese que tiene la noche cuando la esfera es un circulo uniforme. Ese que solo heredan sus hijos.
Los enamorados estaban felices con su joven ser, pero al crecer Onoh comenzaron a preocuparse por el alma vagabunda de su joven fruto. Él por otra parte vivía como el viento lo guiaba, vagaba entre calles, se entregaba a la poesía y no se metía prisa en vivir.
Había mujeres en su pasado, y pasado en sus mujeres. Pero aveces cuando tomaba la pluma por la noches, el rostro de su lejana princesa le recordaba el sentido de sus palabras "Eres tan mio, como tuya soy". Él soñaba encontrarla al cerrar los ojos, nadando en su mar de sueños, enviando mensajes pidiendo consuelo. A pesar de sus intentos, sus poemas no dejaban de llevarlo hacia ella. Aun cuando la triste plebeya de unas calles mas arriba le mirara con esperanza y entusiasmo, no era la lejana princesa y el hijo de la Luna no tenia intención de rescatarla.
Ah afortunada la lejana princesa. Oh enamorado el hijo de la Luna. Ah desdichada la plebeya.