Tenia la falsa esperanza de que siendo una chica inteligente el mundo caería rendido a mis pies, pues bien aveces se necesita mas que talento para que el mundo te deje pasar.



A veces lo que escribo paso, a veces solo desearia que hubiera pasado.

miércoles, 25 de mayo de 2011

El silencio en la plebeya

 Alguna vez cuando la Luna fue joven y soñadora, se enamoró de un joven pescador. Cada noche al salir de su escondite y comenzar a brillar para llamar la atención de pescador, cantaba una triste canción rogándole al sol que retrasara su salida y le permitiera ver a su amado dormir. Mientras el pescador, inconsciente del amor que la Luna le profesaba, se dedicaba a soñar con un día enamorarse de una joven dama.
 Una noche, mientras la luna mostraba solo la cuarta parte de su rostro el pescador la observó, sus pupilas siguieron cada borde y destello de aquel luminoso ser. La Luna, al sentirse observada unió todo su esplendor e iluminó el rostro del joven, de tal manera que el supó que era amor. Durante el ciclo lunar siguiente, el dedicó cada noche a observarla, a cantarle y a amarla.
 Enamorados el uno del otro celebraron el nacimiento de Onoh, el hijo de la Luna y el pescador. Alto y aventurero como su padre, romantico y bohemio como la Luna. Y los años pasaron y así creció Onoh, aprendiendo el oficio de pescador, reteniendo en el alma cada enseñanza de la Luna, escribiendo poemas y bebiéndose el humo del tabaco. Tenía un brillo especial, ese que tiene la noche cuando la esfera es un circulo uniforme. Ese que solo heredan sus hijos.
 Los enamorados estaban felices con su joven ser, pero al crecer Onoh comenzaron a preocuparse por el alma vagabunda de su joven fruto. Él por otra parte vivía como el viento lo guiaba, vagaba entre calles, se entregaba a la poesía y no se metía prisa en vivir.
 Había mujeres en su pasado, y pasado en sus mujeres. Pero aveces cuando tomaba la pluma por la noches, el rostro de su lejana princesa le recordaba el sentido de sus palabras "Eres tan mio, como tuya soy". Él soñaba encontrarla al cerrar los ojos, nadando en su mar de sueños, enviando mensajes pidiendo consuelo. A pesar de sus intentos, sus poemas no dejaban de llevarlo hacia ella. Aun cuando la triste plebeya de unas calles mas arriba le mirara con esperanza y entusiasmo, no era la lejana princesa y el hijo de la Luna no tenia intención de rescatarla.
Ah afortunada la lejana princesa. Oh enamorado el hijo de la Luna. Ah desdichada la plebeya. 

domingo, 22 de mayo de 2011

Conocí una vez a un hombre vestido de rojo.

El egoísmo en su mirada, la falsa sonrisa dibujada y esa manera fría de conversar. Un maniquí hubiera parecido mas vivo. Movimientos ensallados y gestos aprendidos. Un mero acto para complacer a quienes les debía vivir, o medio vivir. Se lamentaba de cada minuto que pasaba en esa cena, estaría mejor en su estudio con las letras y acordes de sus grupos favoritos, con su cajetilla de blancos, con su librillo desgastado y sus pensamientos, en pocas palabras solo ella y su alma, o la parte que conocía. 
Tenia sus demonios internos igual que todos, una vez estuvo en el infierno, hacia ya tiempo de eso, pero cuando salio de ahí y regreso al mundo normal había perdido algo, había perdido parte de si, reconocía la mentira en el rostro ajeno, y si eras observador podías notar como en cierto punto de su mirada se perdía la inocencia. A veces solía probar de nuevo a tomarle el pelo al diablo, pero se aburría facilmente y prefería dejarlo ir. Esta fiesta era parte de su recuperación, personas hambrientas de amistades, jóvenes mujeres deseando enamorarse y jóvenes hombres buscando el acoston de la noche. Adultos, niños y adolescentes, mujeres, hombres y homosexuales. Marcas, modales, diseñadores y chequeras. La típica sociedad, ya no podía mas con eso.
Sentía el ambiente calentarse cada segundo, la vista le fallada, el "tu tum tu tum" de su pecho comenzaba a alterarse y el dolor del estrés le hacia querer salir lo antes posible. Intento correr a la puerta, inhalar un poco del aire del jardín, pero al despegar los pies del suelo un mareo la ataco y ante tal ataque callo, su cabeza golpeando las baldosas del suelo, su mano intentando aferrarse al vacío y su corazón dejando de latir.