Hoy de regreso de clase de filosofía me permití perderme por el centro de la ciudad, me encontré varias casas con fachadas de ensueño y con algunos cafés escondidos, aprendí los nombres de varias calles y me tope toda clase de miradas en mi caminata, la mayoría no eran muy agradables y no miraban nada mas que su camino, me sentía una loca, me paraba cada cinco minutos a tomar fotografías de todo, caminaba con una sonrisa ridículamente amplia y pasaba al menos dos veces por la misma cuadra para recordar como volver ahí. Al final como era de esperarse termine demasiado cansada, pero aun tenia energía como para regresar a casa, así que camine hasta encontrar algún sitio donde sentarme, tomar un café y escribir en ese nuevo cuadernillo de pasta de piel que mi "Lulú" (mi mama) me regalo la semana pasada cuando le conté sobre aquel día en que mi antiguo "Diario" sufrió las consecuencias de mi ira contenida y fue a parar en algún lugar de la carretera a Torreón.
Termine por meterme al "Da Vinci" pedí un café sin azúcar y tome una de las mesas cerca de la ventana. Saque una pluma y el diario y comencé a escribir, ah el olor de este diario, piel, piel y papel. Mi café llego y yo ya tenia hoja y media escrita. Café, papel, cigarrillos y todas las palabras contenidas desde Enero 10, salieron en esas dos horas que estuve en el café, termine de agregar tinta a las hojas, pague mi cuenta y salí.
Al salir el aire se sentía diferente, o era mi alma que ya no cargaba con emociones y situaciones en su interior. O tal vez solo fue el placer de poder caminar lento mientras los demás corrían a sus empleos, a citas o simplemente corrían por que se le enseño que correr por la vida es necesario, igual que sufrir y no disfrutar, pero yo me tome unas cuantas horas para disfrutar, conocer, sentir y dejar ir. Y al final del día la sonrisa en mi cara era mas real, mi alma y yo misma en paz.
